El otro día, Maya me preguntó si era una de esas
personas a las que les gustaban los aeropuertos.
—¿Cómo?
—Pues eso. Que si los amas o los odias. Con los
aeropuertos, es así. O blanco o negro.
Pero hay muchas cosas que son así para Maya. Blancas o
negras, quiero decir; sin matices de gris habitando la región
intermedia entre ambos colores. Cosas razonables como la ópera, el
arte moderno, el golf, el sushi, la existencia de Dios o las
películas en versión original con subtítulos, pero también otras
imprevisibles, como el ante, las ensaladas de bolsa, leer un libro o
no por su portada, el tenis de playa o las mañanas de domingo. Maya
va a cumplir veinticinco años el mes que viene, en julio, y
últimamente está de mal humor porque le aterra entrar en la segunda
mitad de la veintena, aunque ya le he dicho que no debería esperar
nada en particular de ella, ni bueno ni malo.
-------------------------------------------------------
Más ideas interesantes para relatos: una antología de esos momentos destacables que a veces, por no decir siempre, tienen los viajes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario