Comencemos esta reseña con una pequeña aclaración: el
título de esta novela en España, “Bajo la misma estrella”,
probablemente no sea culpa de la traductora. Es un aviso para todos
aquellos que se preguntan por qué, de un idioma a otro, no reconoce
el título ni el autor que lo trajo. No disparen al traductor. Porque
esto es como con las películas. Que no es nuestra culpa. Que suele
mandar la productora o, en el caso que nos ocupa, la editorial.
Digo esto porque, sea quien sea el que decidió eso de
“Bajo la misma estrella”, se habrá quedado en la gloria.
Romántico le ha salido un rato largo, pero básicamente se carga la
historia que encierra el título original, y que aparece dentro de la
novela. Yo me la he leído en inglés, así que no sé si al llegar a
ese punto en la traducción española también piensas: “¡Ah, por
eso el título!”. Pero sospecho que no. Y en cualquier caso no veo
la necesidad de cambiarlo.
¡...Bueno! Basta ya de divagaciones, ¿no os parece?
Hora de empezar a hablar de mi último descubrimiento literario, esta
gran novela de John Green (Indianápolis, 1977)...con una sinopsis
que, no obstante, podría desanimar a más de uno. Ahí van algunas
pistas:
Chica (adolescente) conoce a chico (adolescente
también).
Chica y chico se gustan de inmediato.
¡...Pffff, telenovela con acné! ¡Puaj!
¡Pero es que la cosa no acaba ahí!
Chica tiene cáncer de tiroides con metástasis en los
pulmones y (por tanto) una sentencia de muerte que solo puede
posponer, quién sabe cuánto tiempo, pero a buen seguro no
demasiado.
Chico ha pasado por un osteosarcoma que le dejó sin
pierna, aunque ya se encuentra bien (genial, dice él).
...Horror. ¡Dramón lacrimógeno al canto, gente!
Doscientas y pico páginas destinadas a contarnos el romance de dos
púberes que luchan contra su terrible enfermedad...siempre
(¡siempre!) con una sonrisa (¡resplandeciente!), valor (¡del de
los superhéroes!) y abnegación (¡cristiana, que se conocen en el
grupo de apoyo de una iglesia local!). Las mismas virtudes con las
que, ¿quién sabe?, perderán la batalla final.
Y por eso todos nosotros, los que estamos sanos,
deberíamos vivir la vida a tope y Tomar Ejemplo (así, con
mayúsculas) de los protagonistas. Y probablemente sentirnos un poco
culpables, ya de paso, porque no lo hacemos.
Antes de que alguien venga a apedrearme, también yo
creo que deberíamos dar gracias por nuestra salud, y pensar en
quienes no tienen tanta suerte. Dicho esto, un libro con el
planteamiento arriba descrito suena a merengue insufrible.
¡Qué suerte que Green pensase igual y modificase la
receta!
Dadle una oportunidad a The Fault In Our Stars y
descubrid a Hazel. Sus pulmones no valen un duro y toda ella es una
granada a punto de explotar y hacer daño a cuantos le rodean, pero
por lo demás es una chica sensible, irónica, tierna, divertida,
llena de afecto y de ganas de vivir. Dejad los prejuicios y leed The
Fault In Our Stars. Es vuestra
oportunidad de conocer a Augustus Waters, al que el cáncer le
arrebató una pierna pero le dejó intacto el resto de su glorioso
físico, amén de su autoestima, su genialidad, su romanticismo y
otras tantas virtudes que harán que todas vosotras os pidáis uno
como él para Reyes. Un chico amante de las metáforas, subido a una
montaña rusa que solo va hacia arriba, que solo teme al olvido.
Por el mismo precio, el
pack incluye a los padres de Hazel, con su propia lucha diaria; a
Patrick, superviviente de la terrible pérdida de sus propios
cataplines; al Corazón Literal de Jesús; a Isaac, que cree que la
palabra “siempre” encierra la promesa del amor verdadero; a Peter
Van Houten, escritor genial y despreciable a partes iguales, y su
libro An Imperial Affliction (“Un
dolor imperial”); al Teniente Mayhem...y, como un gran extra,
Ámsterdam. Los que, como yo, hayáis visitado esa ciudad y os hayáis
enamorado de ella, y además hayáis estado en la Casa de Ana Frank
como quien visita un templo, os vais a morir en cierta escena.
Desgraciadamente, a lo
largo del libro tendréis que tragar también con la enfermedad, las
limitaciones crueles que impone, el dolor, la tristeza y la muerte.
Pero, ¡oye! La vida es así a veces.
En sus respectivas
luchas, que pronto se hacen una sola, Hazel y Augustus son tan
brillantes y bellos como las burbujas del champán, como los pétalos
de los olmos que inundan Ámsterdam, como las estrellas que tienen la
culpa de sus desdichas. Están gravemente enfermos, e incluso es
posible que su historia también termine de manera abrupta,
dejándonos llenos de preguntas y con ganas de más. Pero por encima
de todo, decididamente y sin lugar a dudas, están vivos. Y dejan su
huella; si no en el mundo, como Augustus anhela, sí en todos los que
tenemos la suerte de llegar a esta novela.
(…) —Llegará un día —dije—, en el que todos
nosotros hayamos muerto. Todos y cada uno de nosotros. Llegará un
día en el que no queden seres humanos para recordar que nadie
existió jamás o ni siquiera que nuestra especie hizo nada. No
quedará nadie para recordar a Aristóteles o a Cleopatra, y mucho
menos a ti. Todo cuanto hicimos y construimos y escribimos y pensamos
y descubrimos se olvidará, y todo esto...—e hice un gesto
abarcándolo todo—... habrá sido para nada. Ese día podría estar
al caer, o podrían faltar millones de años para que llegue, pero
incluso si sobreviviésemos a la desaparición de nuestro sol, no
sobreviviremos para siempre. Así como hubo un tiempo previo a la
toma de consciencia por parte de los organismos, habrá un tiempo
posterior. Y si la inevitabilidad del olvido humano te preocupa, te
animo a ignorarla. Porque Dios sabe que eso es lo que el resto del
mundo hace.
(…) —Vaya, vaya —dijo Augustus lentamente—.
Eres una chica distinta, ¿eh?
Te gustará si...
- Te van las historias de amor distintas y con miga.
- Te gusta que los libros te hagan pensar.
- Eres un poco intelectual (porque así pillarás las referencias culturales en la novela)
- Eres un adolescente o joven que, sano o enfermo, le da muchas vueltas a la cabeza.
Lo
mejor
- Líneas brillantes, a veces páginas, que subrayar y guardar en tu colección de citas preferidas.
- La escena en la Casa de Ana Frank, junto al vídeo de Otto Frank. Los que me conozcan sabrán que ahí caí definitivamente y solté grititos de júbilo.
- La química entre Hazel y Augustus. Una sola réplica de estos dos vale más que toda una trilogía azucarada de Crepúsculo, y transmite más tensión que el infame desperdicio de papel que representa la trilogía de las cincuenta aberraciones de Grey.
Lo
peor
- Admitámoslo, este tipo de historias traumatizan, porque luego sales a la calle y te crees que vas a encontrar tú también a tu Augustus o a tu Hazel, y entonces te llevas el planchazo y sufres y te sientes decepcionado/a.
- En la línea del punto anterior, exige cierto esfuerzo por parte del lector creerse la rápida evolución de la amistad y amor entre los protagonistas. Se lo dejaremos pasar a Green porque sigue siendo una relación genial...pero ni siquiera cuando no tienes todo el tiempo del mundo van las cosas así de rápido y de rodadas. En mi experiencia y las cercanas, al menos, no.
- Que Peter Van Houten, a pesar de todos los pesares, no exista. Porque eso implica que su libro tampoco, y cuando acabes la novela querrás leerlo.
- Gracias a este título, el autor ha estado en la lista de los mejor vendidos del New York Times, así que igual me paso un poco diciendo que la novela es hipster y moderna y alternativa y todos esos adjetivos que ahora están muy de moda (aunque puedo aseguraros que es el tipo de libro que agarra un hipster). Lo que sí es cierto, mal que me pese, es que en algunos momentos puede resultar ligeramente pedante. Sus protagonistas son quizá (o acaso no) demasiado geniales e intelectuales para andar todavía con acné. Demasiadas conversaciones increíblemente elevadas y profundas, demasiado ingenio, demasiadas referencias (Emily Dickinson, el Aullido de Ginsberg, arte, arquitectura, filósofos, etc.). Para ser sincera a mí no me parece demasiado, o igual es que sigo echando de menos la universidad como una perra...pero bueno, eso, que para unos adolescentes igual sí sea mucho, o a algunos se lo parecerá. No obstante, si elegimos hablar de pedantería, yo puntualizaría que se trata de una con sentido, tolerable, light. Lo dice alguien que vomitaba cada dos páginas con la insufrible, elitista, estúpida, inaguantable Elegancia del erizo de la Barbery.
¡Corto
y cambio! La próxima, mejor. Más esperemos que no, porque vaya
parrafada me he marcado, amigos...